Sabemos que las humedades no son buenas a nivel estético, pero tampoco son muy recomendables para la salud, ya que el moho y los hongos, que acompañan a estas imperfecciones, podrían provocarnos diversos tipos de patologías que nos harán pasarlo realmente mal. Por ello debemos tratar de acabar con este intruso cuanto antes.
Las esporas generadas por estos desperfectos, son las encargadas de flotar hacia nuestro cuerpo, haciendo aparecer alteraciones como estornudos constantes, picor de garganta y nariz, congestión nasal, irritación ocular, o sequedad y rojeces en la piel, entre otras. De este modo, si observamos que padecemos estos síntomas de forma reiterada, es posible que tengamos alergia al moho y los hongos que acompañan a la humedad.
Cómo saber si sufres alergia
Estas enfermedades pueden surgir de un momento a otro, por lo que normalmente no sabemos que las tenemos hasta que soportamos un brote. Una vez que notes que sus síntomas afloran, deberás acudir a un especialista para que te realice las pruebas. Las más habituales son las siguientes:
- Cutáneas: consisten en la realización de una punción superficial en la piel para introducir el alérgeno y observar si es el que está produciendo la incómoda reacción.
- Sanguíneas: tras una pequeña extracción de nuestra sangre, esta se incubará para observar cómo actúa ante la presencia de los alérgenos.
Factores a tener en cuenta
Evidentemente, hay unos lugares más propicios que otros para que estos inconvenientes hagan acto de presencia. Son varios los elementos a tener en cuenta a la hora de predecir dónde resulta más fácil que proliferen las humedades y las patologías íntimamente relacionadas con ellas.
Los entornos en los que el agua hace acto de presencia son mucho más vulnerables a la aparición del intruso, y en ellos habrá que extremar las precauciones. Algunos ejemplos son los cuartos de baño, cocinas, y casas/negocios ubicados en zonas costeras. Es ahí donde las personas que convivan con la alergia al moho, tendrán más opciones de padecer episodios de gravedad.
El momento del año en el que nos encontremos también tiene mucho que ver en el agravamiento de enfermedades de este tipo. El otoño y el invierno son las épocas más peligrosas, especialmente por la falta de ventilación (renovación del aire) de las estancias, así como por el contraste térmico de temperatura interior/exterior. La primavera puede aumentar algunas molestias, pero sólo las relacionadas por los niveles de alérgenos propios de estas fechas (polen, graminias, etc). El verano, en cambio, ayuda a regular con el sol los problemas dermatológicos.
Reduce el riesgo
En los casos más graves, las esporas que proliferan en entornos con altos niveles de humedad, y que llegan hasta los sistemas respiratorios de las personas, pueden provocar la inflamación de los bronquios, lo que sería realmente peligroso.
Evita que estos inconvenientes invadan tu bienestar, ponte en manos de profesionales del sector para que te ofrezcan las mejores soluciones, una vivienda saludable y libre de imperfecciones incrementará tu calidad de vida.
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